Ventana del lector

Fecha publicación: 06-02-2021

UNA FIESTA EN LOS CEMENTERIOS…

Por María Checo

Si como decía mi abuela los muertos en verdad se revuelven en sus tumbas, hay fiestas permanentes en los cementerios.

En USA los padres fundadores, hombres con pensamientos muy avanzados para la época en que vivieron, concibieron un país libre, donde se respetaran los derechos de los ciudadanos, que se gobernarían a sí mismos, a través de representantes elegidos por ellos, un concepto desconocido en el mundo, además de libertad de cultos y de expresión.

Su constitución y enmiendas, garantizaban que a través del tiempo esos derechos fueran respetados. Pero eran hombres de su época, donde era aceptada la esclavitud de los negros incluso por el Papa.  Hoy, se pretende juzgar a los fundadores con los conceptos de este tiempo y se les acusa, juzga y condena por acciones que hoy son crímenes, pero en su tiempo eran normales, ampliamente aceptadas, ignorando los esfuerzos hechos a través de su historia para corregirlos.

No solo se pretende borrar sus nombres de la historia, mientras se eliminan sus estatuas y nombres de los edificios, sino que se quiere eliminar totalmente el derecho a la vida (más de 60 millones de abortos) y a la libre expresión, con la nueva cultura de cancelación de los contrarios para que no puedan expresar su opinión, porque es diferente a la de ellos y en algunos casos impedirles trabajar para ganarse la vida, por haber servido o simpatizar con un gobierno diferente al actual.

En República Dominicana, nuestro Juan Pablo Duarte y sus trinitarios sacrificaron sus vidas y fortunas para librarnos del yugo haitiano y legarnos un país libre. Trujillo, aunque de forma barbárica, es el único presidente que siguió esa línea de pensamiento y de no ser por él, quizás los haitianos ya hubieran logrado su sueño de una sola nación dominada por ellos y los dominicanos habríamos desaparecido como pueblo, como nación.

Los gobiernos del PLD permitieron que se llenara el país de haitianos y hasta se habló de permitir campamentos de refugiados haitianos en nuestro territorio. Nuestros hospitales proveen servicios de salud gratis para ellos, en detrimento de nuestra población, porque se emplea un alto porcentaje del presupuesto. Lo mismo sucede con educación, mientras ciudadanos indocumentados en su país, demandan a voz en cuello que se les dote de documentos, cuando no directamente de nuestra nacionalidad, mientras nos acusan de racista, xenófobos y las autoridades haitianas, que no hacen nada por sus nacionales, excepto empujarlos fuera de su país, pidan sanciones y boicots para nuestra nación y nuestros productos, para tratar de obligarnos a acceder a sus demandas.

¿Puede alguien imaginar una mejor recompensa para los trinitarios?

También tenemos a Juan Bosch. El profesor quiso fundar un partido de hombres honestos y decentes, que pusieran el bienestar del pueblo por encima de ambiciones personales. Fuera del poder parecería que lo había logrado. Pero ¿qué sucedió en realidad? ¿Ha habido en nuestra historia una clase política más corrupta que los peledeistas? Todas las lecciones de Bosch cayeron en el vacío de una ambición sin límites, una corrupción sin paralelo, nunca vista en nuestra tierra.

Si en verdad los muertos se revuelven en sus tumbas, los nuestros no descansan.